La necesidad de una nueva cultura escolar inclusiva es, sin duda, una tarea difícil por lo que supone de cambio profundo. Hoy esperamos de la escuela que sea capaz de lograr la adaptación de la oferta educativa a la diversidad del alumnado, a diferencia del esfuerzo que se requería a éste cuando el discurso centraba su atención en la integración, exigiendo su adaptación y asimilación a la oferta. En este sentido pretendemos pasar de una escuela integradora con espacios para la diversidad, fruto de múltiples clasificaciones fundamentadas en la diferencia a una escuela inclusiva como espacio de diversidad, basada en lo común.
Ceder el protagonismo al alumno/alumna, trasladar el centro de atención del conocimiento experto del docente al aprendizaje del alumnado, conllevan un cambio de valores en la concepción de la educación, que afecta directamente a la cultura de las organizaciones escolares y pone al descubierto la necesidad de utilizar modelos, dinámicas y estrategias didácticas innovadoras, más allá del libro de texto como guía o de los métodos afirmativos como referente de organización de la clase.
Concepto de escuela inclusiva
Lo primero que observamos en las aportaciones conceptuales y teóricas acerca del marco en
el que se define la inclusión es que tienden a utilizarse conjuntamente educación inclusiva y escuela
inclusiva, aún no compartiendo totalmente las definiciones de una y otra entre los profesionales y no
justificando la relación entre ambas. Por nuestra parte, entendemos la Educación inclusiva como un concepto más amplio que
afecta e impregna el hecho educativo más allá de los muros de la institución escolar y, lo tomamos
de forma amplia, vinculado a la comunidad, a lo social. Cualquier contexto, situación o hecho en
el que las personas aprenden, debe contemplar la singularidad de éstas y adaptarse para que puedan
alcanzar un desarrollo pleno, participando de forma activa, desde las posibilidades individuales, en
aquellas decisiones que les afectan, dentro y fuera de la escuela. No dudamos, sin embargo de las
relaciones entre ambas ni tampoco de la necesidad de la escuela y de su rol en relación a la educación.
Por otra parte, concebimos la escuela inclusiva, como espacio formal que debe adaptar la
oferta educativa a la diversidad del alumnado y aspirar a la plena escolarización, facilitando su aceptación
y reconocimiento y promoviendo las oportunidades de participación, desde la valoración de
sus capacidades, para hacer efectivo un aprendizaje desde la infancia que sirva de soporte y estructura
para la inclusión posterior en una sociedad más equitativa, en la que la diferencia no se interpreta
como elemento de segregación sino como identidad y riqueza capaz de transformar el entorno integrando
la diversidad. En este sentido las necesidades provienen de la comunidad y vuelven a ella
en un ciclo continuo en el que los cambios sociales generan nuevos cambios educativos y escolares
fáciles de formalizar y difíciles de convertir en realidad.
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