jueves, 5 de mayo de 2016

Inclusión universitaria




Aquí tenemos un vídeo que nos habla de la inclusión en las aulas universitarias, este recibe el nombre de  “Como puedo hacer las clases más inclusivas”  Su realización responde a la necesidad de difundir el Diseño Universal para la instrucción (DUI) como modelo pedagógico para dar respuesta a la diversidad del aula.


Historia de Raúl y Pablo, dos estudiantes con síndrome de Down

Hablar de la condición de Raúl y de Pablo, solo por mencionar a algunos de mis amigos que tienen Síndrome de Down y quienes forman parte de la Fundación Down Madrid, es gratamente reconfortante. Los que hemos tenido la dicha de compartir con estas personas, sabemos que la naturalidad y libertad con que ellos se relacionan es, sin exagerar, alucinante. Expresan lo que piensan y sienten con la mayor transparencia; su manera de interactuar con otros sobrepasa largamente a aquellos que somos estereotipados como “normales”. Quizá por mi mentalidad latinoamericana, muchas veces el hablar de “inclusión social” me remite automáticamente a la reducción de la pobreza, no obstante y de manera hipotética, si con todo esto desapareciera la pobreza, esto no es garantía de la eliminación de los problemas concernientes a la inclusión social. Creo que inclusión social tampoco tiene que ver exclusivamente con la eficacia y eficiencia de proyectos sociales y/o las políticas públicas que un gobierno de turno planea ejecutar. Hablar de inclusión social, en el caso específico de las personas con Síndrome de Down, debe pasar por una cuestión de concienciación sobre la condición que estas personas tienen, asimismo reconocer que son poseedoras de las mismas oportunidades de accesos a los distintos servicios que ofrece el estado para el bien de sus connacionales.

Verdades como templos


Es totalmente cierto que las personas no somos todas iguales, tenemos diversidad física y eso es claramente notable cuando uno camina por la calle. Lo que no se evidencia es que nuestra IGUALDAD radica principalmente en la esencia de nuestra existencia y en la naturaleza de nuestro Ser. Si esto no lo tenemos claro, en vano nos fatigamos tratando de conseguir una verdadera inclusión social o una conciencia ciudadana madura que facilite, desde sus estructuras más elementales, nuevos y mejores niveles de convivencia para todos. En este agitado afán, que está de moda, el de luchar por la igualdad de las minorías y las poblaciones vulnerables, me queda claro que el desconocimiento de los términos PERSONA Y DIGNIDAD nos ha llevado por terrenos pantanosos y en lugar de buscar una “vida buena” para ellos se ha buscado una “vida nueva” que muchísimas veces violenta la misma condición de su discapacidad porque queremos hacerlos igual que a nosotros, a nuestro antojo y según los criterios que consideramos “normales”. Lo ideal, según mi perspectiva, es entrar a su mundo, a su realidad, a su circunstancia y desde allí transformar su condición, pero no buscar cambiar su condición desde nuestro mundo, ese mundo que muchas veces es ajeno y distante al suyo. Para cumplir este objetivo es necesaria una pedagogía humanística que pasa seriamente por un filtro llamado “cambio de mentalidad” (del griego metanoia) que involucra a los familiares, profesionales  y a la sociedad en su conjunto. Por ello, no debemos reducir nuestra valiente lucha al reconocimiento de sus derechos tanto y mas al reconocimiento de su condición humana, la de persona, que consecuentemente traerá consigo nuevas maneras de entenderlos.
No creo equivocarme al afirmar que la vieja pregunta que nos ha acompañado a lo largo de la historia, es también la misma pregunta que muchas Personas con Síndrome de Down se hacen y seguirán haciendo: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Para qué existo? Etc. Estas cuestiones claves que están dentro de la antropología existencial han llevado a  develar el misterio del hombre y de su fin último. Se nos ha enseñado que el hombre es un ser racional pero hoy por hoy la definición más elemental del hombre no se basa en su capacidad cognitiva sino en la capacidad que tienen de interactuar con otros seres, es decir en su SER RELACIONAL. Existen 3 facultades que hacen que los seres humanos tomemos distancia de otras especies, y estas son: INTELECTO, AFECTO y VOLUNTAD. Con cada una de estos atributos, que son propios a nuestra naturaleza, tenemos la capacidad de pensar, sentir y actuar. Si por mucho tiempo la razón tenía la preeminencia frente a otras actividades humanas, hoy esto no es así. Quedó en el pasado la famosa frase: dime qué piensas y te diré quién eres, ahora se dice dime qué amas y te diré quién eres o más sencillamente, dime cómo te RELACIONAS con los demás y te diré quién eres, qué tipo de persona eres. Así pues, somos lo que pensamos de los demás, de nuestro prójimo, de aquellos que están en condiciones de fragilidad y no pueden defenderse.

Finalmente, en el día del Síndrome de Down reconozco que no basta con ponernos en los zapatos del otro, es necesario vivir en sus propios pellejos y desde allí practicar la tolerancia, el respeto, la aceptación y dejarlos ser felices, únicamente así ellos habrán trascendido y nosotros nos habremos humanizado. Está claro que el amor no se predica desde un pulpito, el amor tiene que hacerse palpable, sensible, reconocible porque si el amor no se encarna, si no dignifica a la persona y si no busca su inclusión, entonces no es amor. Me queda claro que cuando ellos nos incluyen (en su mundo) nos están amando.

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